23/1/2019
Hoy en día, ser gay o lesbiana, estar fuera del armario, ya no es algo necesariamente revolucionario. No en nuestro país; no en el ámbito urbano. De hecho, el mencionado matrimonio igualitario y el derecho a la adopción han puesto de manifiesto que dentro de la subcultura gay-lésbica también existe un cierto grado de conservadurismo. En el mundo gay vemos plumofobia, rechazo a las relaciones afectivas y eróticas que vayan más allá de la pareja convencional, prejuicios a las personas que viven con VIH, transfobia, racismo, menosprecio hacia determinadas relaciones interraciales o intergeneracionales… Definitivamente, mostrarse como lesbiana, pero sobre todo como gay, ya no implica, de manera automática, un acto de reivindicación social. Hoy en día, se puede ser gay y encajar sin problemas en la normatividad; de hecho, en nuestra sociedad es lo que suele suceder. La identidad gay normativa ha acomodado sus privilegios sobre siglos de lucha activa contra la discriminación, sobre un activismo que, poco a poco, empezamos a olvidar. Y esto abre una grieta dentro de la comunidad.
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Ser queer implica una actitud de inconformismo hacia la heteronorma, y también hacia esta homonorma de nueva cuña; implica ver que hay muchas luchas vigentes y que el matrimonio igualitario no supone el final del camino, ni a nivel legal, ni por lo que respecta a igualdad social; significa ser crítico respecto al capitalismo y el régimen neoliberal que beneficia a los que tienen poder (adquisitivo y social) a costa de perjudicar y de precarizar a otros individuos; exige una lucha activa contra la transfobia, la serofobia y la plumofobia que todavía existen en nuestra sociedad; invita a luchar codo a codo con otros colectivos minorizados, y a menudo también invisibilizados.
Artículo de Isaias Fanlo en CTXT
Etiquetas: feminismo, gay, hetero, heteronormatividad, heteropatriarcado, heterosexualidad, Homofobia, homonorma, Homosexualidad, homosexualidad normativa, LGTB, LGTBIQ, liberalismo, neoliberalismo, normatividad, queer, trans